11 juil. 2006

"Educación sentimental"

Fragmento 273 del Libro del Desasosiego de Fernando Pessoa,
Editorial Seix Barral 1997, Barcelona, España. Págs: 166, 167 y 168.

"Para quien hace del sueño la vida, y del cultivo en estufa de sus
sensaciones una religión y una política, para ése, el primer paso,
lo que acusa en el alma que ha dado el primer paso, es el sentir
las cosas mínimas extraordinaria y desmedidamente. Éste
es el primer paso,' y el paso simplemente primero no es más que
esto. Saber poner en el saboreo de una taza de té la voluptuosidad
extremada que el hombre normal sólo puede encontrar en las
grandes alegrías que proceden de la ambición súbitamente
satisfecha por completo o de las añoranzas de repente desaparecidas,
o bien en los actos carnales y finales del amor; poder encontrar en
la visión de un ocaso o en la contemplación de un detalle
decorativo esa exasperación de sentirlos que generalmente sólo
puede producir, no lo que se ve o se oye, sino lo que se huele y
se saborea —esa proximidad del objeto de la sensación que
sólo las sensaciones carnales (el tacto, el gusto, el olfato) esculpen
al llegar a la conciencia; poder convertir la visión interior, el oído
del sueño— todos los sentidos supuestos y de lo supuesto —en
recibidores y tangibles como sentidos vueltos hacia lo exterior:
escojo éstas, y supónganse las análogas, de entre las sensaciones
que el cultivador de sentirse logra, educado ya, espasmar para
que den una noción concreta y próxima de lo que trato de decir.



El llegar, sin embargo, a este grado de sensación acarrea al amante
de sensaciones el correspondiente peso o gravamen físico de que
correspondientemente siente, con idéntica exasperación consciente, lo
que de doloroso endosa de lo exterior, y a veces también de lo interior,
sobre su momento de atención. Es cuando así constata que sentir
excesivamente, si a veces es gozar en exceso, otras es sufrir con
prolijidad, y porque lo constata, es por lo que el soñador es llevado
a dar el segundo paso en su ascensión hacia sí mismo. Dejo aparte
el paso que podrá o no dar, y que, según pueda o no darlo,
determinará tal o tal otra actitud, manera de marchar, en los pasos
que va dando, según pueda o no aislarse por completo de la vida real
(si es rico o no —redunda en eso). Porque supongo comprendido en las
entrelineas de lo que narro que, según sea o no posible al soñador
aislarse y darse a sí, o no sea, con menor o mayor, intensidad debe
concentrarse sobre su obra de despertar morbosamente el
funcionamiento de sus sensaciones de las cosas y de los sueños.
Quien tiene que vivir entre los hombres, activamente y encontrándolos
—y es realmente posible reducir al mínimo la intimidad que se
ha de tener con ellos (la intimidad, y no el mero contacto, con gente,
es lo que es perjudicial)—, tendrá que hacer helarse a su superficie de
convivencia para que todo gesto fraternal y social a él dirigido
resbale y no entre o no se imprima. Parece mucho esto, pero es poco.
Los hombres son fáciles de alejar: basta con no aproximarnos. En fin,
paso sobre este punto y vuelvo a lo que estaba explicando.


El crear una agudeza y una complejidad inmediata a las sensaciones más
simples y fatales conduce, decía, si a aumentar inmoderadamente el placer
que produce sentir, también a elevar con despropósito el sufrimiento que
procede de sentir. Por eso el segundo paso del soñador deberá ser el evitar
el sufrimiento. No deberá evitarlo como un estoico o un epicúreo de la
primera manera: desedificándose, porque así se endurecerá para el placer,
lo mismo que para el dolor. Deberá, por el contrario, ir a buscar al dolor
el placer, y pasar en seguida a educarse para sentir el dolor falsamente,
es decir, a tener, al sentir el dolor, un placer cualquiera. Hay varios
caminos hacia esa actitud. Uno es aplicarse exageradamente a analizar
el dolor, habiendo preliminarmente dispuesto al espíritu, y ante el placer
no analizar sino sólo sentir; es una actitud más fácil, para los superiores,
claro, de lo que parece al decirla. Analizar el dolor y acostumbrarse a
entregar al dolor siempre que aparece, y hasta que esto ocurra
instintivamente, al análisis añade a todo dolor el placer de analizar.
Una vez exagerado el poder y el instinto de analizar, su ejercicio lo
absorbe pronto todo y del dolor sólo queda una materia indefinida
para el análisis.



Otro método, más sutil éste y más difícil, es acostumbrarse a encarnar
al dolor en una determinada figura ideal. Crear otro Yo que sea el
encargado de sufrir en nosotros, de sufrir lo que sufrimos. Crear
después un sadismo interior, todo masoquista, que disfrute su
sufrimiento como si fuese el de otro. Este método — cuyo
aspecto primero, leído, es de imposible— no es fácil, pero está lejos
de presentar dificultades para los entrenados en la mentira interior.
Pero es eminentemente realizable. Y entonces, una vez conseguido esto,
qué sabor a sangre y a enfermedad, qué extraño amargor de gozo lejano
y decadente, visten el dolor y el sufrimiento: doler se emparenta con el
inquieto y enojoso auge de los espasmos. Sufrir, el sufrir largo y lento,
tiene el amarillo íntimo de la vaga felicidad de las convalecencias
profundamente sentidas. Y un refinamiento consumido con
desasosiego y enfermedad aproxima esa sensación compleja a la
inquietud que causan los placeres con la idea de que huirán, y a
la dolencia que los placeres sacan del antecansancio que nace de
pensar en el cansancio que provocarán.

Hay un tercer método para sutilizar en placeres los dolores y hacer
de las dudas y de las inquietudes un blando lecho. Es el dar a las
angustias y a los sufrimientos, mediante una aplicación irritada de
la atención, una intensidad tan grande que, por su propio exceso,
traigan el placer del exceso, así como mediante la violencia
sugieran, a quien por hábito y educación del alma al placer se
consagra y dedica, el placer que duele porque es mucho placer,
el gozo que sabe a sangre porque ha herido. Y cuando, como en mí
—refinador que soy de refinamientos falsos, arquitecto que me
construyo con sensaciones sutilizadas a través de la inteligencia,
de la abdicación de la vida, del análisis y del propio dolor—, los tres
métodos son empleados juntamente, cuando un dolor, sentido
inmediatamente, y sin demoras para la estrategia íntima, es
analizado hasta la impasibilidad, situado en un Yo exterior hasta
la tiranía, y enterrado en mí hasta el auge de ser dolor, entonces
me siento yo verdaderamente el triunfador y el héroe. Entonces
me para la vida, y el arte se arroja a mis pies.

Todo esto constituye solamente el segundo paso que el soñador
debe dar hacia su sueño.



El tercer paso, el que conduce al umbral del Templo, ése ¿quién que
no sea yo ha sabido darlo? Ése es el que cuesta porque exige aquel
esfuerzo interior que es inmensamente más difícil que el esfuerzo en
la vida, pero que ofrece compensaciones al alma que la vida nunca
podrá ofrecer. Ese paso es, todo esto sucedido, todo esto total
y conjuntamente hecho —sí, empleados los tres métodos sutiles y
empleados hasta gastarlos—, pasar a la sensación inmediatamente
a través de la inteligencia pura, filtrarla por el análisis superior
para que se esculpa en forma literaria y adquiera volumen y relieve
propio. Entonces la he fijado del todo. Entonces he convertido lo
irreal en real y he ofrecido a lo inaccesible un pedestal eterno.
Entonces he sido yo, dentro de mí, coronado Emperador.
Porque no creáis que escribo para publicar, ni para escribir ni
para hacer arte siquiera. Escribo porque es el fin, el refinamiento
supremo, el refinamiento temperamentalmente ilógico, (...) de
mi cultivo de estados de alma. Si agarro una sensación mía y la
deshilo hasta poder, con ella, tejerle a la realidad interior la
que llamo La Floresta de la Enajenación, o el Viaje Nunca Hecho,
creed que lo hago, no para que la prosa suene lúcida y trémula, o
incluso para gozar yo con la prosa —aunque también eso quiero,
también ese primor final añado, como un caer bello de telón en
mis escenarios soñados—, sino para que otorgue exterioridad
completa a lo que es interior, para que así realice lo irrealizable,
conjugue lo contradictorio y, volviendo al sueño exterior, le dé su
máximo poder de puro sueño, estancador de la vida que soy,
burilador de inexactitudes, paje doliente de mi alma Reina,
leyéndole al crepúsculo, no los poemas que están en el libro,
abierto encima de mis rodillas, de mi Vida, sino los poemas que
voy construyendo y fingiendo que leo, y ella fingiendo que oye,
mientras la Tarde, allá fuera no sé cómo o dónde, dulcifica sobre
esta metáfora erguida dentro de mí en Realidad Absoluta la luz
tenue y última de un misterioso día espiritual. "


Esta lectura ¿fue provechosa? No, sí, no se. Tres posibles respuestas.
Para mí una de ellas, pero desde otra perspectiva otra de ellas y al final
me quedo en la que es inconclusión. Ahí espero, porque me duele el sentir
y les confieso que considero la vía de Fernando como un antídoto para
no sufrir en esta condición, pero sacrificar la dulzura al exacerbar el
músculo analítico no me envía a donde quiere llegar mi alma. Ya soy
lúcida, ahora mis emociones son la nave que debe elevarme.
Ahora esa calidad de Gólem al desasosiego puede prestar mal ser-vicio,
no se qué tanto...

7 commentaires:

Pez Alfombra a dit…

Siempre es provechoso leer a Pessoa. Esto es para mí un autor. Alguien que tiene algo que decir, sólo porque sabe expresarlo con su propio lenguaje, y que, finalmente, dentro de este lenguaje, encuentra la frescura para convertirse en guardián de su prisión en lugar de seguir siendo el prisionero.
Saludos,
Pez.

Anonyme a dit…

qué es esto??
un sedante para dormir?
con todo respeto por ese portugués,
pero hay que aligerar la red y no es llegar y lanzar tres páginas de un libro.
un poco de proceso, digo yo

Anonyme a dit…

Qué es esto?? No hay mejor pregunta. No es que no sea buena la idea de dormir, -y tal vez soñar-. El portugués ese que no sabe ni quién es, en lugar de ponerse tan pesado debería escribir algo bonito y conciso. ¿Por qué no copia un estribillo pegadizo de Shakira? Esa sí que tiene buenos argumentos; no sé si me entienden. Alguien debería decirle que hablara en cristiano; que diga algo que sirva en estos tiempos del Reggaetón.

Anonyme a dit…

Lo siento... pero me estaba inquietando demasiado que nadie saliera en defensa de Pessoa. No lo puedo soportar. Un insulto personal me afectaría menos. Si hay que criticar algo critiquen a la autora del blog -que sí se lo merece-. Porque, a ver, ¿qué es eso de que Barcelona es España? Si no sabe si la lectura es provechosa ¿qué es lo que sabe sobre Educación sentimental o sobre cualquier otra cosa? El que se atreva a acusar a Pessoa de excesos sistemáticos al pasar las sensaciones por el filtro de la inteligencia pura, se las tendrá que ver conmigo en un descampado.

Javiera Leonor a dit…

SE RECIBEN CRÍTICAS

Anonyme a dit…

Pido disculpas otra vez. Me arrastra el instinto de defensa del clan porque Pessoa es como de la familia. Si queda reconocido que la lectura de Educación sentimental es provechosa no tendría nada más que reclamar. Me abstengo de criticar porque en realidad soy demasiado malvado y mal pensado. Además un juicio por traición requiere muchas consideraciones y formalidades. Freedom for Catalonia.

Javiera Leonor a dit…

Un camino emocional tiende a la inestabilidad, hacia los ánimos y humores: ciclos, no necesariamente provechosos.
Leer a Pessoa es provechoso, divagar sobre la trascendencia de los estados de dolor, es provechoso.
Mi lectura hacia Pessoa es una búsqueda y sus señales roban mi atención. Ahora el provecho que saco de ello es cuestionable, soy un animal aislado y embrutecido en una caja de máscaras mediocres.