29 janv. 2010

Franca

Quiero decir y no quiero decir. Cuando una se entrampa en los juegos de la emoción, cuesta decírselo al espejo. Mi mayor miedo ahora es enamorarme. Evitar eso implica dosificar, censurar, contener, actuar con desapego y es un fuego el que se tiene entre las manos.
Si en cada acto de compartirme, amo, sin pensarlo, en el ahora, ahí mismo, soy yo tocada de amor. No enamorada, sino llena de amor.
Un hombre me evoca los sentimientos de confianza, cariño, humor, interés por dialogar, sensualidad, placer, alegría, ludicismo, conocimiento, espontaneidad. Y no quiero saber las cosas que ha vencido con su pareja ni los conflictos que a ellos los distancian, tampoco quiero una promesa de amor para mi proyección en calma. Solo quiero ese amor ahí, naturalmente, atrayéndonos a la vida.
Sin embargo hay dificultades insalvables. Por tanto me hago cargo de lo disfrutado hasta ahora que, muerdo mi boca para no pronunciarlo, tiene una obstrucción inherente. Advierto un momento de angustia en ciernes, que fuerza a mayores compromisos que tienen precio en penas.
Decidir, en frío, alejar un fruto casi glorioso, me augura melancolía, porque dejo que todo lo rico me turbe en su disolución, pero en lucidez esto me dirije hacia el amor.
Tengo un pasado de dolor que pulsa por repetirse y solo yo puedo dejar de autorizar el sufrimiento. Solo yo puedo contar la historia como mejor puede ser narrada, sin víctima ni victimario, sin manzana de la discordia, ni Enrique VIII.
Hay un encontrarse puro y sincrónico que ocurre y que se ilumina como un amanecer hasta su ocaso natural. Quiero que sea mi hermano Sol, yo ser su hermana Luna.

5 commentaires:

nomecentro a dit…

Lo primero que se le ocurrió a mi contaminada imaginación fue que Tolstoi con los elementos de esta historia podría escribir un interesante drama sobre la engañosa idea de control del que juega con fuego.

Javiera Leonor a dit…

Da para harto, eso está claro.
Quizás no sea lo esencial el control, sino la elección consciente y el costo de hacerse cargo de lo que conoces de ti mismo. Igual me dieron impulsos escriturales con este meollo.
Gracias por tu comentario!

nomecentro a dit…

La fe en la capacidad de control es más ilusoria que la suma de las perfecciones del objeto en la fase de enamoramiento. Debería ser un ilimitado eximente de responsabilidad. Los ingredientes del momento de la partida pueden ser razonablemente variables y lo poco viable no es seriamente reprensible. Fallar en las proximidades del momento de la elección no es necesariamente equivocarse. El amor eterno, que como todo el mundo sabe, dura tres meses, no parece un problema a largo plazo.

Javiera Leonor a dit…

Touché!
Lo que sostengo acá es el miedo a reiterar heridas. Está bien. Fui descubierta y lo mejor es que tengo un corazón que siente y se intenta hacer escuchar. Todavía quedan varias paredes para llegar a su voz esclarecida. En fin, estimado lector, eres suspicaz y me has hecho reflexionar.

Ana Laura a dit…

El problema es cuando te encuentras con que el otro hace esto que estás haciendo tú. A mí me pasó.