2 oct. 2006

Medito.



Nada es súbito, todo fluye en una cadencia. Se suceden momentos solemnes, videntes sobre mi complejizada afectividad, con imágenes de colores y formas orgánicas mutando sin parar, como mostrando su evolución, su potencial de belleza sin límites, sin preconcepciones. Tomo atención y sigo observando, pero abro los ojos y reconocer la alteridad, la contradicción, la ambición me precipita al cinismo, me deja bañándome de ridículo. Quisiera comulgar en alguna certeza, en un rito que me implique con integridad: pienso en la intransigencia, en la falta de fe, en los caminos superficiales y la impaciencia que me secuestra. Estoy buscando mi imagen real y sigo reflejando todo alrededor, me siento deforme. Tengo la quietud en huelga y solo cede a emergencias profundas con impulso trascendente. Puedo ver que la estela luminosa de un carruaje celestial pasó sobre mi mirada, pero yo estaba detenida contemplando las ramas de un árbol florido, podría apenarme de perder tamaña visión, sin embargo solo con un pétalo que se desprende sobre mí, se que ha pasado, se que era hermoso, se que iba iluminado con ángeles. El árbol me tenía que contar su historia, yo no podía dejar de oír su lamento, su sed, su misión. Yo era una con ese ser que perdió su bosque en el progreso y la velocidad, yo tenía que cantar por él, por la eterna semilla y la materialización de las fuerzas lentas, por una raíz en esta tierra que se agrieta.

Los árboles son los habitantes de verdad solidarios con el planeta; hacen la conexión de planos de luz y oscuridad, el puente del fuego a la materia (sol-tierra, madera-fuego), la estructura para el amor y la compañía, el alimento. Son la medida del tiempo más comprometida a la vida de este ecosistema. Ellos marcan el ritmo, los bosques son la partitura de la tierra. Depredar los bosques es lo más grave que hemos hecho, es lo más egoísta y cruel que hemos hecho. La ansiedad que vivimos, la falta de arraigo, el horizonte desierto: son emociones proyectadas no solo desde nosotros, son del planeta. Necesitamos que regresen los bosques, bosques grandes, bosques viejos que cobijen seres por millones, sin pensar en ganancias. Ruego por eso.

3 commentaires:

Anonyme a dit…

Tá loco loco. Me gustó, a pesar que no se entiende ni pio.

A e i o u

doryangray a dit…

para mi amiga de los jos de oceános, de su amigo el nogal

Hay un mar en tus ojos, Leonor
Mar de azules magnéticos,
De tormentosos verdes
De terrenal café
Las olas bendicen la pupila
La isla…………..
La isla………………….
Es un beso de tierra en la mitad de tu conciencia
Es tu andar
El que resguarda las sombras
Es tu cantar
El que despierta las estrellas
No hay espejos Leonor, no los hay
Deja invocar la tierra
Delfines versados
Nadan en tus ojos
Ha tus manos
Las palabras que no puedes contener

Anonyme a dit…

No creas que no se entiende ni pío. Como especie de depredadores podríamos no estar diseñados para la contemplación ni para contentarnos con un razonablemente limitado bienestar o felicidad. Comentando sobre la Educación sentimental, el dolor de sentir y los filtros inteligentes; la traición que mencioné era un pecado contra el don de sentir intensamente y ser receptor de múltiples tonalidades, el privilegio de no ser un cerdo satisfecho, la actitud digna y combativa del creador ante el obstáculo, la obligación de no proyectar insatisfacción en los demás... Como depredadora defectuosa traidora a tu especie destructora, te declaro menos traidora que antes a Pessoa. Lo tuyo no es caso perdido sino que tiene arreglo.